
En 1995, Nelson Mandela consiguió lo que parecía imposible: unir a un país dividido que aún se tambaleaba por la sombra del apartheid. La excusa, apoyar el equipo de rugby de los Springboks, la selección de rugby de Sudáfrica, un símbolo temido hasta entonces por el régimen del apartheid.
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En 1995, Nelson Mandela consiguió lo que parecía imposible: unir a un país dividido que aún se tambaleaba por la sombra del apartheid. La excusa, apoyar el equipo de rugby de los Springboks, la selección de rugby de Sudáfrica, un símbolo temido hasta entonces por el régimen del apartheid.
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